Ha pasado
una semana desde que el agente Ross saliera del hospital. Es un día caluroso y
despejado. Una ligera brisa sacude la ciudad. El agente, después de que
fuera recogido por un par de tipos de oscura vestimenta y rostros pétreos donde
se adivinaban senda armas bajos sus axilas. Como en una coreografía los hombres
con movimientos sincronizados y mirando a todos lados, a punto de saltar,
esperando una invasión de los mas sanguinarios y peligrosos enemigos del
estado. El agente, sabiendo su estado, intento estar a la altura y no ser un
engorro, pero sin embargo se sentía incomodo con tanta seguridad. Estaba
acostumbrado a ser el guardián y no la presa. Los tipos diligentes flanquearon
sus lados a la vez que barrían con su mirada cualquier sitio o recoveco. Sus
pasos resonaban en el asfalto. Zapatos flexibles de piel y uniformes sin una
sola arruga, pensó Ross. Hombres curtidos y fogueados acostumbrados a
situaciones límites que no dudarían ni un momento en poner sus vidas en juego.
Eso le tranquilizaba sabia de que pasta estaban hechos los vigilantes. Uno de
ellos abrió la portezuela del negro vehículo. Un coche anónimo, indiferente sin
marcas ni matriculas. Uno mas entre la inmensidad mientras daba y recibía órdenes
a través del pinganillo. Una vez entro Ross olio a nuevo. Seguramente este
coche habría estado en un almacén oculto y anónimo durante mucho tiempo. Uno de
los tipos ya estaba en el asiento del conductor mientras el otro entro raudo.
Recordaba ligeramente que se habían presentado como los agentes Lloyd y McKean,
pero no estaba seguro si eran sus verdaderos nombres o tan solo una tapadera.
Empezaron a
rodar mientras el copiloto daba y recibía órdenes y coordenadas. Giraron una
calle tras otra hasta llegar a una gran avenida repleta de tráfico. El sol se
reflejaba en los rascacielos deslumbrando de vez en cuando a los transeúntes.
Discretamente algunos coches del gobierno fueron uniéndose a la comitiva a
cierta distancia vigilando el recorrido y sin llamar la atención como parte del
paisaje de forma anónima, pero estando allí. Sin ningún tipo de contratiempo el
coche llego al bello palacio presidencial.
Durante sus primeros 175 años, el palacio fue la residencia privada de varias familias aristocráticas. En 1791 albergó a los autores y defensores de la Constitución del 3 de mayo.
Durante sus primeros 175 años, el palacio fue la residencia privada de varias familias aristocráticas. En 1791 albergó a los autores y defensores de la Constitución del 3 de mayo.
Fue en 1818 cuando empezó a usarse el
palacio como edificio del gobierno, cuando se convirtió en sede el Virrey bajo
la ocupación. En 1918, tras la resurrección del país posterior a
la Primera Guerra Mundial,
el edificio fue tomado por las reconstituidas autoridades y se convirtió
en sede del Consejo de Ministros. Durante la Segunda Guerra Mundial,
sirvió a los ocupantes y sobrevivió intacto al Alzamiento
de 1944. Tras la guerra, volvió a ser sede del
Consejo de Ministros. Su color blanco y su mármol permanecía inmaculado tras periódicas
limpiezas y revisiones. Una gran
mansión estilo federal neoclásico, con detalles que se hacen eco de la
arquitectura clásica griega. Donde el presidente con un impecable traje azul
marino y una bandera del país en la solapa lo esperaba ansioso ante la mirada
de periodistas y parte del ejecutivo. Mientras veía como llegaba el coche
oficial. Bajo las escaleras y se acercó hasta la puerta del coche esperando que
el agente Lloyd abriese para recibir al hombre nominado. Cuando llego a su
altura descendió Ross del vehículo. Y al salir ambos se saludaron cordialmente.
Se dan la mano cordialmente mientras miran al mundo. Objetivos de prensa y televisión
no pierden detalle. Finalmente saludan ambos con la mano y dan la espalda mientras
suben la escalera charlando amigablemente. Sabiendo que ya han hecho la parte periodística
con la foto de rigor. Tras ellos un enjambre de guardaespaldas hacen de
barrera. Entran en el interior de la mansión donde lujosas alfombras, bellos
cuadros y enormes espejos junto con brillantes lamparas y paredes inmaculadas
saludan a los recién llegados. Ajenos al lujo y al boato discurren por los
interiores de la edificación dejando atrás a varias personas del gabinete.
Finalmente llegan a la puerta del palacio presidencial flanqueado por dos impertérritos
seals que no se inmutan ante la llegado del máximo dirigente. Uno de los
agentes se adelanta, abre y mira el interior que este todo correcto. Una vez
dado el visto bueno se aparta y deja entrar a los dos hombres.
- Que no nos
moleste nadie. -dijo de forma grave el presidente acostumbrado a mandar y ser
obedecido.
-Si, señor.
No hay problema. -ladro uno de los guardas.
Los dos
agentes quedan vigilando la puerta mientras los dos hombres entran. Todo
permanece en silencio y los dos vigilantes miran tiesos como palos al infinito
hasta que un ruido rompe el silencio. Parecía como si alguien se hubiese caído.
Los dos escoltas se miran confusos y extrañados pero no hacen nada esperando
que su jefe avise si sucede algo inusual.
Al momento
aparece el presidente nervioso y habla ellos. Ignoran que Ernest se ha hecho
con el cuerpo del presidente.
-Necesitamos
urgentemente un médico, el Agente Ross se ha desmayado.
Uno de
los escoltas avisa por radio al servicio médico que en un momento se desplazan
al despacho. Al entrar encuentran a Ross en el suelo y empiezan a hacerle los
primeros auxilios. El presidente preocupado observa sin inmutarse el devenir de
los acontecimientos junto a varios asesores. El medico ve los ojos de
Ross que están en blanco. Mira al presidente y niega apenado con la cabeza
confirmando el peor de los resultados.
- ¡Que tragedia,
señor presidente!
El
presidente acostumbrado a las decisiones en momento críticos no perdió la
compostura y se mantuvo firme y seguro.
-Lo mejor es
seguir con la ceremonia y darle la medalla. De momento decimos que se
encontraba mal y lo han llevado al hospital. Que muera como un héroe
condecorado. Sigamos adelante con el programa
El
presidente sale del despacho con sus asesores y guardaespaldas y se dirige a la
sala donde le esperan para hacer el homenaje. Sube al estrado mira y ve los
ojos del mundo fijos en él. Expectantes y extraños ante su soledad. Comparece
ante los medios y los asistentes.
-Buenas
tardes y gracias a todos por su asistencia. Se que hoy debía ser un día de júbilo
y alegría. Esperaban al héroe de la universidad, al agente Ross.
Desgraciadamente debido a sus heridas ha tenido una recaída y no ha podido
venir. Todos estamos rezando por su pronta recuperación.
Acto seguido
baja la cabeza, cierra los ojos y dice unas palabras susurrando a modo de
oracion. Despues sube la cabeza y mira a los congregados.
Mientras
lejos de alli uno de los millones de telespectadores que seguian la transmision
era el Recolector. Desde su base seguia expectante el discurso del
presidente.
-¡Bien,
Ernest! Los tienes comiendo de tu mano. Dentro de poco el mundo sera nuestro
Ajeno a todo
esto el presidente disimuladamente echa mano a su espalda y saca una
pistola ante la mirada horrorizada de todos se la pone debajo del menton y se
pega un tiro. La bala atraviesa la cabeza y cae muerto Ante los gritos y el
horror de los asistentes.
Continuara...
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