El espíritu de Ernest resonaba en la cabeza de Dunphys como un trueno. Reverberando en cada parte de su recóndito cerebro.
- Si, ser presidente me
venía grande y me ha dejado un enorme dolor en donde debía tener una
cabeza. Espero que acudas a mi funeral de estado.
Dunphys estaba expectante oyendo su interior. Después respiro hondo y contesto.
-Entonces, ¿lo has hecho? ¿Has matado al presidente?
-Técnicamente, no. Ha sido un suicido en toda regla, pero bueno... ¿Que tal por aquí? ¿Que tenemos?
Dunphys puso cara de preocupación mientras miraba las nubes pasar y pensó que le gustaría estar lejos muy lejos de allí.
-Nuestro amigo debe haber visto tu regicidio y no creo que le haya gustado mucho.
- ¿Regicidio? Vaya no es correcto ya que aquí nunca ha habido monarquía, pero no está mal para un cabeza dura como tú.
Dunphys con paso firme se dirigió al maletero del coche con una gran sonrisa.
-No sé lo que tienes pensado pero nuestro amigo Alacrán nos dejó algo en herencia.
Saca una bolsa negra, la abre y aparecen varias pistolas y un antiguo rifle de francotirador.
-Pensaba que tu amigo era algo mas antibelicista.
-Bueno, si, pero se permitía ciertas licencias.
Dunphys apoyo el fusil y
respiro rítmicamente. Su concentración era la de un monje zen. Cuando
el objetivo apareció en la mira telescópica fue como si lo hiciera a
cámara lenta. Apretó el gatillo y después deseo que el proyectil no
fallara. En la recamara, el percutor golpeo en la base del casquillo y
encendió el detonante y estallo he hizo impulsar la bala fuera del
casquillo y la hizo girar por las estrías en el interior del cañón.
Después de salir del cañón paso por el silenciador, el proyectil voló en
línea recta hacia el objetivo, uno de los guardas de la entrada.
-Abramos la lata.
Diego se paseaba
nervioso mientras los guardas vigilaban atentos a cualquier movimiento.
Uno de los guardas cae muerto por un tiro en la cabeza.
- ¡Están aquí! ¡Ya ha empezado! -grita Diego mientras mira al otro guarda aterrado.
En un instante el
segundo guarda se desploma ante sus ojos. A la vez que el primer guarda
con la bala incrustada en su cabeza y la herida sangrando se levanta con
toda normalidad.
Una vez de pie mira desde sus ojos muertos a Diego.
-Hola, Diego, ¿cómo te va la vida?
Diego intenta controlar su pánico y aparenta normalidad, aunque cada fibra de su ser está en estado de puro terror.
-Vaya, eres un cabronzazo duro de roer. Sabes que soy intocable. No pudiste hacerme nada antes ni tampoco ahora.
El guardia apunta con una pistola a la cabeza de Diego
- ¿Que tal pasaste la noche con Sara?
Diego lo mira confuso sin saber que decir.
-La verdad no recuerdo mucho, no recuerdo nada. Esa maldita me traiciono.
Ernest sabe que tiene todos los triunfos en su mano y se regodea de Diego con una sonrisa lobuna.
-Te dije que encontraría la manera de abrir esa cerradura.
-Esa maldita, cuando le ponga las manos encima.
-Si, te drogo. te rajo y
te hizo un corte. Luego te curo y lo mas importante dudo que en tu
estado tuvieses sexo. Ahora está muy lejos de aquí. Porque si no te ha
traicionado, yo la matare con mis manos.
Ernest dispara la pistola, pero se oye el sonido de un arma sin balas.
Diego entre la sorpresa y el alivio replica a Ernest.
-Lo ves sigo protegido.
-Lo dudo. Solo era una prueba.
Dunphys sigilosamente se acerca por detrás y le mete una jeringuilla por el cuello.
Diego pone cara de
sorpresa y ve como el mundo se va apagando. Volviendo cada vez mas
oscuro. Cuando cae al suelo ya está muerto. Ernest sin perder tiempo
toma su cuerpo. Mira a Dunphys y simula tomarlo como rehén.
-Ponte tapones porque comienza el baile-dice Dunphys de manera jocosa.
Los guardas confiados
relajan la actitud. Dunphys y Ernest empiezan a aniquilar toda
resistencia ante la sorpresa de los enemigos. Uno tras otro sin tiempo
para reaccionar son trigo para la cosecha.
Ernest abandona el
cuerpo de Diego para tomar los cuerpos de los guardias caídos para
acabar con el resto de la resistencia saltando de uno a otro. Es una
masacre los defensores de la base incapaces de reaccionar ante la
amenaza se van matando entre ellos creyendo que su compañero es el
peligroso matarife. Ernest y Dunphys ven orgullosos su obra. Un lugar
sembrado de cadáveres de los soldados.
Dunpys y Ernest chocan
sus manos como si hubieran hecho la jugada del siglo en una final
mundial. Tan absortos están en su creación que no se dan cuenta que el
Recolector aparece paseando sus dos perros.
- Hola, Ernest. Sabía que venias a buscar tu premio. ¿Pero nos has cumplido tu trato?
Al verlo Ernest deja el
cuerpo del acribillado soldado y toma el de Diego que estaba mucho mas
atrás. Con paso tranquilo llega a la altura de su némesis.
-Ves a por mi cuerpo. -dice amenazante.
- El primero que haga un movimiento se las verá con Hitler y Mussolini.
Diego levanta el arma hacia recolector.
-Ya sabes que eso no funciona. Soy intocable.
Ernest con el cuerpo de Diego lo mira divertido.
-Otra vez con el mismo discurso. Sois tan aburridos como predecibles.
Diego baja el arma y dispara a uno de los perros a la cabeza.
- ¡Ahora, Dunphys!
Dunphys sale corriendo
mientras Diego cae al suelo. El perro muerto se levanta y arremete
contra el otro perro. El perro muerto pega un enorme mordisco al cráneo
del otro perro destrozándolo en el acto. Mientras Dunphys registra el
lugar y encuentra una habitación acristalada y refrigerada donde un
hombre monta guardia. Dunphys elimina al hombre y entra dentro. Un
sicario de cara patibularia vigilaba una mesa donde yace el cuerpo de
Ernest. A su lado un hombre con un cúter amenaza con clavarlo en el
cráneo. Dunphys ante la situación evalúa que hacer.
Mientras un asustado
Recolector mira los dos perros muertos de pie y mirándolo con actitud
agresiva. Asustado echa a correr y los dos perros se lanzan a cada
pierna mientras grita de dolor. De repente los perros caen muertos. El
Recolector se arrastra mientras se desangra. Ernest toma el cuerpo de la
mesa y ante la sorpresa del sicario le clava el cúter en el corazón. El
Recolector no puede ponerse de pie. Se para mira hacia arriba y ve a
Dunphys y Ernest con su cuerpo.
El Recolector agoniza y apenas es capaz de decir palabras.
-Veo que las encontrado. Te sienta como un guante.
Ernest lo mira sin compasión
-Todo gracias a ti. Por desgracia solo se mostrar gratitud con dolor.
Dunphys y Ernest empiezan a patear al Recolector ignorando sus gritos de dolor.
-Pero tranquilo hoy no morirás solo
Dunphys y Ernest cogen
el cuerpo magullado del Recolector y lo acercan a la poza de agua que
está junto a la plataforma que retuvo a Ernest. Ambos hombres tiran al
Recolector al agua. Este cae al fondo mientras se hunde intenta mover
las piernas, pero no responden están destrozadas.
Ambos hombres miran como
se hunde el cuerpo y como poco a poco se va volviendo en una forma
borrosa y difusa que se pierde en el fondo. Seguros de su muerte se
giran y se marchan es hora de volver a casa. Mientras oyen un gorgoteo
acuático que va cesando lentamente.
-Tenemos muchas cosas que hacer. -dice Ernest dando a entender que todo lo sucedido es pasado.
El cuerpo del
Recolector ya en el fondo empieza a ahogarse y tener espasmos mientras a
su alrededor se forman unos extraños remolinos de una bruma negra que
lo van rodeando.
Continuara...
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