martes, 15 de agosto de 2017

Capitulo 39 "Solo puede quedar uno"

El espíritu de Ernest resonaba en la cabeza de Dunphys como un trueno. Reverberando en cada parte de su recóndito cerebro.
- Si, ser presidente me venía grande y me ha dejado un enorme dolor en donde debía tener una cabeza. Espero que acudas a mi funeral de estado.
Dunphys estaba expectante oyendo su interior. Después respiro hondo y contesto.
-Entonces, ¿lo has hecho? ¿Has matado al presidente?
-Técnicamente, no. Ha sido un suicido en toda regla, pero bueno... ¿Que tal por aquí? ¿Que tenemos?
Dunphys puso cara de preocupación mientras miraba las nubes pasar y pensó que le gustaría estar lejos muy lejos de allí.
-Nuestro amigo debe haber visto tu regicidio y no creo que le haya gustado mucho.
- ¿Regicidio? Vaya no es correcto ya que aquí nunca ha habido monarquía, pero no está mal para un cabeza dura como tú.
Dunphys con paso firme se dirigió al maletero del coche con una gran sonrisa.
-No sé lo que tienes pensado pero nuestro amigo Alacrán nos dejó algo en herencia.
Saca una bolsa negra, la abre y aparecen varias pistolas y un antiguo rifle de francotirador.
-Pensaba que tu amigo era algo mas antibelicista.
-Bueno, si, pero se permitía ciertas licencias.
Dunphys apoyo el fusil y respiro rítmicamente. Su concentración era la de un monje zen. Cuando el objetivo apareció en la mira telescópica fue como si lo hiciera a cámara lenta. Apretó el gatillo y después deseo que el proyectil no fallara. En la recamara, el percutor golpeo en la base del casquillo y encendió el detonante y estallo he hizo impulsar la bala fuera del casquillo y la hizo girar por las estrías en el interior del cañón. Después de salir del cañón paso por el silenciador, el proyectil voló en línea recta hacia el objetivo, uno de los guardas de la entrada.
-Abramos la lata.
Diego se paseaba nervioso mientras los guardas vigilaban atentos a cualquier movimiento. Uno de los guardas cae muerto por un tiro en la cabeza.
- ¡Están aquí! ¡Ya ha empezado! -grita Diego mientras mira al otro guarda aterrado.
En un instante el segundo guarda se desploma ante sus ojos. A la vez que el primer guarda con la bala incrustada en su cabeza y la herida sangrando se levanta con toda normalidad.
Una vez de pie mira desde sus ojos muertos a Diego.
-Hola, Diego, ¿cómo te va la vida?
Diego intenta controlar su pánico y aparenta normalidad, aunque cada fibra de su ser está en estado de puro terror.
-Vaya, eres un cabronzazo duro de roer. Sabes que soy intocable. No pudiste hacerme nada antes ni tampoco ahora.
El guardia apunta con una pistola a la cabeza de Diego
- ¿Que tal pasaste la noche con Sara?
Diego lo mira confuso sin saber que decir.
-La verdad no recuerdo mucho, no recuerdo nada. Esa maldita me traiciono.
Ernest sabe que tiene todos los triunfos en su mano y se regodea de Diego con una sonrisa lobuna.
-Te dije que encontraría la manera de abrir esa cerradura.
-Esa maldita, cuando le ponga las manos encima.
-Si, te drogo. te rajo y te hizo un corte. Luego te curo y lo mas importante dudo que en tu estado tuvieses sexo. Ahora está muy lejos de aquí. Porque si no te ha traicionado, yo la matare con mis manos.
Ernest dispara la pistola, pero se oye el sonido de un arma sin balas.
Diego entre la sorpresa y el alivio replica a Ernest.
-Lo ves sigo protegido.
-Lo dudo. Solo era una prueba.
Dunphys sigilosamente se acerca por detrás y le mete una jeringuilla por el cuello.
Diego pone cara de sorpresa y ve como el mundo se va apagando. Volviendo cada vez mas oscuro. Cuando cae al suelo ya está muerto. Ernest sin perder tiempo toma su cuerpo. Mira a Dunphys y simula tomarlo como rehén.
-Ponte tapones porque comienza el baile-dice Dunphys de manera jocosa.
Los guardas confiados relajan la actitud. Dunphys y Ernest empiezan a aniquilar toda resistencia ante la sorpresa de los enemigos. Uno tras otro sin tiempo para reaccionar son trigo para la cosecha.
Ernest abandona el cuerpo de Diego para tomar los cuerpos de los guardias caídos para acabar con el resto de la resistencia saltando de uno a otro. Es una masacre los defensores de la base incapaces de reaccionar ante la amenaza se van matando entre ellos creyendo que su compañero es el peligroso matarife. Ernest y Dunphys ven orgullosos su obra. Un lugar sembrado de cadáveres de los soldados.
Dunpys y Ernest chocan sus manos como si hubieran hecho la jugada del siglo en una final mundial. Tan absortos están en su creación que no se dan cuenta que el Recolector aparece paseando sus dos perros.
- Hola, Ernest. Sabía que venias a buscar tu premio. ¿Pero nos has cumplido tu trato?
Al verlo Ernest deja el cuerpo del acribillado soldado y toma el de Diego que estaba mucho mas atrás. Con paso tranquilo llega a la altura de su némesis.
-Ves a por mi cuerpo. -dice amenazante.
- El primero que haga un movimiento se las verá con Hitler y Mussolini.
Diego levanta el arma hacia recolector.
-Ya sabes que eso no funciona. Soy intocable.
Ernest con el cuerpo de Diego lo mira divertido.
-Otra vez con el mismo discurso. Sois tan aburridos como predecibles.
Diego baja el arma y dispara a uno de los perros a la cabeza.
- ¡Ahora, Dunphys!
Dunphys sale corriendo mientras Diego cae al suelo. El perro muerto se levanta y arremete contra el otro perro. El perro muerto pega un enorme mordisco al cráneo del otro perro destrozándolo en el acto. Mientras Dunphys registra el lugar y encuentra una habitación acristalada y refrigerada donde un hombre monta guardia. Dunphys elimina al hombre y entra dentro. Un sicario de cara patibularia vigilaba una mesa donde yace el cuerpo de Ernest. A su lado un hombre con un cúter amenaza con clavarlo en el cráneo. Dunphys ante la situación evalúa que hacer.
Mientras un asustado Recolector mira los dos perros muertos de pie y mirándolo con actitud agresiva. Asustado echa a correr y los dos perros se lanzan a cada pierna mientras grita de dolor. De repente los perros caen muertos. El Recolector se arrastra mientras se desangra. Ernest toma el cuerpo de la mesa y ante la sorpresa del sicario le clava el cúter en el corazón. El Recolector no puede ponerse de pie. Se para mira hacia arriba y ve a Dunphys y Ernest con su cuerpo.
El Recolector agoniza y apenas es capaz de decir palabras.
-Veo que las encontrado. Te sienta como un guante.
Ernest lo mira sin compasión
-Todo gracias a ti. Por desgracia solo se mostrar gratitud con dolor.
Dunphys y Ernest empiezan a patear al Recolector ignorando sus gritos de dolor.
-Pero tranquilo hoy no morirás solo
Dunphys y Ernest cogen el cuerpo magullado del Recolector y lo acercan a la poza de agua que está junto a la plataforma que retuvo a Ernest. Ambos hombres tiran al Recolector al agua. Este cae al fondo mientras se hunde intenta mover las piernas, pero no responden están destrozadas.
Ambos hombres miran como se hunde el cuerpo y como poco a poco se va volviendo en una forma borrosa y difusa que se pierde en el fondo. Seguros de su muerte se giran y se marchan es hora de volver a casa. Mientras oyen un gorgoteo acuático que va cesando lentamente.
-Tenemos muchas cosas que hacer. -dice Ernest dando a entender que todo lo sucedido es pasado.
El cuerpo del Recolector ya en el fondo empieza a ahogarse y tener espasmos mientras a su alrededor se forman unos extraños remolinos de una bruma negra que lo van rodeando.
Continuara...


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